Los medios de comunicación, han creado iconos de
cuerpos perfectos, jóvenes, sin arrugas, inexpresivos, desnaturalizados,
haciendo desearlos de forma irracional y dejándonos llevar por esta corriente,
por los deseos, pensando con el corazón y no con la cabeza. Se encargan
continuamente de recordarnos que tenemos un solo cuerpo y que hay que salvarlo
y cuidarlo.
A través de nuestro cuerpo ya no solo experimentamos
el mundo, el mundo nos ve a través de nuestro cuerpo que expresa nuestra
personalidad y hace compararnos con otros cuerpos objeto. Esto se manifiesta en
nuestras propias relaciones personales.
En esta sociedad de consumo, el cuerpo se transforma
en mercancía y pasa a ser el medio principal de producción y distribución. Su
mantenimiento, reproducción y representación se convierten en temas centrales.
Se ha convertido en un proyecto en el que trabajar, algo incompleto, inacabado
en el que poder invertir tiempo y dinero para sentirse bien con uno mismo,
siempre sujeto a unos cánones o iconos preestablecidos para llegar a ese fin.
Bajo este contexto el cuerpo forma parte de una
cultura de exhibicionismo, erotismo, pornografía, en la que el objeto, nuestro
cuerpo, se vende o compra según nuestras necesidades para saciar nuestros
instintos más animales, más básicos, en un círculo de degradación admitida
socialmente que afecta directamente en
la fragilidad de los vínculos humanos. Este frenético consumo igualmente a degenerado nuestros
vínculos afectivos al tratar al otro, ya sea amante o prójimo, como una
mercancía más de la que puedes desprenderte, desecharla o desconectarla con
cierta facilidad. Nos ahogamos en una dependencia que nos paraliza al pensar en
vínculos duraderos y pensamos fríamente en los costes o beneficios que podemos
adquirir. Empezamos a creer que el amor puede aprenderse y que el conocimiento
sobre esta materia aumenta con el número de experiencias y la asiduidad del ejercicio.
En esta serie
empleo las argucias creadas por el hombre, la ficción mostrada a través de los
medios digitales para convertir el cuerpo en un objeto de consumo, metiendo en
botes de cristal esos cuerpos perfectos, esos anhelos de deseo, de belleza
efímera cuestionable para que el público se replantee esos arquetipos creados por
la sociedad. Un objeto de necesidad, una búsqueda, una inversión para ser
felices, para cambiar, pero realmente ¿es esa la felicidad que anhelamos o la
que nos hacen creer que buscamos?
Objeto de cambio nº 1 Imagen digitalizada 40 x 30 cm Año: 2013 |